Novena a la Virgen del Carmen: Sexto día

Novena a la Virgen del Carmen: sexto día


Sexto día: María y la Reconciliación

1. Acto penitencial

2. Hecho de vida: La Revolución de 1891

“1891 trae una nueva guerra para Chile. Ahora entre los mismos chilenos. Bajo el gobierno de don José Manuel Balmaceda, el Congreso se levanta contra el poder Ejecutivo. Las Fuerzas Armadas toman posiciones diferentes y los regimientos se entregan unos a otros.

Chile se dividió en dos bandos. Las familias quedaron heridas, separadas, enlutadas…

El templo de la Virgen del Carmen en Maipú ya estaba listo desde 1887, esperando la oportunidad de inaugurarse. El 5 de abril de 1892 fue la fecha indicada. Era el día del cumplimiento de Chile entero, sin divisiones, a su Patrona y Madre.

“Mucha paz para los que aman tu ley”, fue el lema con el Arzobispo de Santiago, Mariano Casanova, presidió la ceremonia.

Desde la peregrinación que hicieron los Padres de la Patria para la colocación de la primera piedra en 1818, no se había hecho nada parecido. Ahora volvía a peregrinar todo el pueblo junto: vencidos y vencedores, autoridades y bases, militares y civiles.

Monseñor Ramón Ángel Jara predicó… “Al presentar a nuestra Reina y nuestra Madre la ofrenda de tres generaciones, no extrañéis la pobreza para expresar mis sentimientos…”, comenzó, “recurriré entonces a mi Patria, le pediré a todas sus banderas victoriosas y sus laureles formar con ellos un trofeo a tus plantas, ¡oh Reina y Señora del Carmelo!”

“Acéptalos, Madre Clementísima, como aceptaste el voto de nuestros padres que hoy venimos a cumplir.”

“¡Abre tu blanco manto y convida a la familia chilena a darse un abrazo de paz y de fraternal unión sobre tu regazo maternal!”

“¡Ilumina a nuestros magistrados, legisladores y jueces! ¡Conserva nuestra fe y protege a nuestra Iglesia!”

“¡Cuida de nuestros hogares!”

“¡Y sírvenos de escudo aquí en la vida y trasládanos a la Patria inmortal de los Cielos!” 

3. Lectura: Colosenses 1, 19 – 29

“Dios, en efecto, tuvo a bien hacer habitar en él toda la plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las de la tierra como las del cielo, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz.

También ustedes estaban en otro tiempo lejos de Dios y era sus enemigos declarados a causa de sus malas acciones. Ahora, en cambio, por la muerte que Cristo ha sufrido en su cuerpo mortal, los ha reconciliado con Dios para presentarlos a él como un pueblo sin mancha ni reproche.

Pero es necesario que permanezcan firmes y arraigados en la fe y que no traicionen la esperanza transmitida en el evangelio que han recibido, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.

Ahora me alegro por padecer por ustedes, pues así voy complementando en mi existencia terrena, y a favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, lo que aún falta al total de sus sufrimientos. De ese Iglesia he llegado a ser servidor, conforme al encargo que Dios me ha confiado de anunciarles plenamente su palabra, es decir, el plan salvífico que Dios ha tenido escondido durante siglos y generaciones y que ahora ha revelado a los que creen en él. Precisamente a éstos ha querido Dios dar a conocer la incalculable gloria que encierra este plan salvífico para los paganos; hablo de Cristo, que está entre ustedes y es la esperanza de la gloria.

A este Cristo anunciamos nosotros, corrigiendo e instruyendo a todos lo mejor que sabemos para que podamos presentar a todos plenamente maduros en su vida cristiana. Por esto me fatigo y lucho, sosteniendo por la fuerza de aquel que actúa poderosamente en mí.”

4. Meditación

Cristo nos reconcilió con su sangre. Es como si dijésemos que El pagó por todos nosotros. Nos reconcilió con Dios con esa prueba de amor infinito que fue su muerte de cruz, y nos reconcilió entre nosotros, porque lo que hemos recibido de El  es muchísimo más que lo que cualquier hermano nuestro pueda debernos. Por eso, cuando no perdonamos a un hermano, cuando guardamos rencor por sentirnos ofendidos, es como si miráramos en menos la Sangre de Cristo, como si eso no nos bastara para  sentirnos pagados y sentidos hermanos de todos.

La Virgen del Carmen es para nosotros signo de la presencia de Cristo en nuestra Patria. Ella fue entregada por el Señor a nosotros desde la cruz. Por eso, cada vez que miramos su imagen debemos recordar que hemos sido colmados ampliamente del amor y la misericordia del Padre Dios. Por eso debemos reflejar este amor nuestro trato con nuestros hermanos.

En nuestra patria hay división, odio e injusticia. Que la presencia de nuestra Señora del Carmen, nuestra Madre, nos haga vencer todo lo que nos divide, dominar todo el resentimiento que haya en nuestros corazones y construir una nación de hermanos donde cada uno tenga paz, respeto y alegría.

5. Oración 

Virgen del Carmen, Madre nuestra, enséñanos a perdonar nuestros hermanos. Haz que nunca nos destruyamos a nosotros mismos dejando que el odio y el rencor habiten en nuestros corazones. Haz que sintamos que todos los hombres somos hermanos porque tu Hijo Jesús nos redimió con su Sangre. Amén. 

6. Peticiones 

Por los que tienen el corazón cerrado por el odio, por los que no saben perdonar, por los que se sienten atajados por el orgullo para acercarse a sus hermanos, para que todos sientan que el amor de Cristo, así como borró todas nuestras faltas, borró también las de nuestros hermanos. Roguemos al Señor, 

7. Oración final 

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