Oración de Monfort a Jesús
Oración de Monfort a Jesús: Dejadme, Amabilísimo Jesús mío, que me dirija a Vos
Dejadme, Amabilísimo Jesús mío, que me
dirija a Vos, para atestiguaros mi
reconocimiento por la merced que me
habéis hecho con la devoción de la
Esclavitud, dándome a vuestra Santísima
Madre para que sea Ella mi abogada delante
de vuestra Majestad, y en mi grandísima
miseria mi universal suplemento. ¡Ay, Señor!
tan miserable soy, que, sin esta buena
Madre, infaliblemente me hubiera perdido.
Sí, que a mí me hace falta María, delante de
Vos y en todas partes; me hace falta para
calmar vuestra justa cólera, pues tanto os he
ofendido y todos los días os ofendo; me
hace falta para detener los eternos y
merecidos castigos con que vuestra justicia
me amenaza, para pediros, para acercarme
a Vos y para daros gusto; me hace falta para
salvar mi alma y la de otros; me hace falta,
en una palabra, para hacer siempre vuestra
voluntad, buscar en todo
vuestra mayor gloria.
¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el
universo esta misericordia que habéis tenido
conmigo! ¡Si pudiera hacer que conociera
todo el mundo que si no fuera por María
estaría yo condenado! ¡Si yo pudiera
dignamente daros las gracias por tan grande
beneficio! María está en mí. Haec facta est
mihi (esto me pasó a mi).
¡Oh, mi tesoro! ¡Oh, qué consuelo! Y, de
ahora en adelante, ¿no seré todo para Ella?
¡Oh, qué ingratitud! Antes la muerte.
Salvador mío queridísimo, que permitas tal
desgracia, que mejor quiero morir que vivir
sin ser todo de María. Mil y mil veces, como
San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he
tomado en vez de todas mis cosas.
¡Cuántas veces me he entregado a Ella!
Pero si todavía no he hecho esta entrega a
vuestro gusto, la hago ahora, mi Jesús
querido, como vos queréis que la haga. Y si
en mi alma o en mi cuerpo veis alguna cosa
que no pertenezca a esta Princesa augusta,
arrancadla, os ruego arrojadla lejos de mí;
que no siendo de María, indigna
es de Vos.
¡Oh, Espíritu Santo! Concédeme todas las
gracias, plantad, regad y cultivad en mi alma
el árbol de la vida verdadera, que es la
amabilísima María, para que crezca y
florezca y dé con abundancia el fruto de
vida.
¡Oh, Espíritu Santo! Dadme mucha devoción
y mucha afición a María; que me apoye
mucho en su seno maternal, y recurra de
continuo a su misericordia, para que en ella
forméis dentro de mí a Jesucristo, al natural,
crecido y vigoroso hasta la plenitud de su
edad perfecta. Amén.